33. Travesía Nocturna en Carretera
Dº Sebastián García Garrido
Académico de Número +

33

martes
19 mayo
2020

días de la pandemia / 33
Dº Sebastián García Garrido, Académico de Número

Travesía Nocturna en Carretera

La sucesión de cometas pares
raudos ruedan radiantes montaña abajo
azogados hacia los rojos bilúcidos
que en su huida se pierden
entre el negro de cordillera silueteada
sobre luminoso azul de Prusia.
 
Sembrado de luceros afilados
en que gana altura la intensa
luz blanca de luna
que divisa todo y a su vez
atrae la mirada enternecida
por su tono cálido de la noche temprana.
 
Momento propicio a que los corazones
se ablanden y emitan ondas que buscan
ondas complementarias en equilibrio
que despiertan desenfadado amor de los sentidos.
 

Sebastián García Garrido
Sin fechar

31. ESPAÑOLETA
Dº Fernando Pérez Ruano
Académico Correspondiente en Madrid +

31

viernes
15 mayo
2020

días de la pandemia / 31
Dº Fernando Pérez Ruano, Académico Correspondiente en Madrid

ESPAÑOLETA

Ningún músico envuelve a su instrumento con sus brazos como el guitarrista lo hace con su guitarra. Apoyada en su regazo y, acariciada con sus dedos, esta, la guitarra, suena y suena a España. La España que ahora, amenazada por este enemigo universal de nombre alfanumérico, enmudece y sobrevive como puede; la España que busca el ocio, en unos casos, y el amparo emocional, en otros, en la magia de unas frecuencias sonoras, esas a las que llamamos música. La que nos acompaña a diario y en casi todas partes sin que nos demos cuenta. Frecuencias con las que convivimos de forma casi involuntaria pues forman parte de nosotros mismos, de nuestra esencia como seres humanos, de nuestra cultura como pueblo y de nuestro patrimonio sonoro universal.

La guitarra suena a España y España hoy suena…. serena, inquieta, nostálgica, triste, solidaria, optimista, esperanzada y, ¿quién sabe a cuántos cientos de cosas más suena hoy España?

Españoleta suena a España y a su amalgama, reducida y condensada esta en solo tres variaciones: la serenidad galante de su tema inicial nos evoca la naturaleza de nuestro pueblo como cultura y su reexposición final, tras las tres variaciones mencionadas, nos alumbra la esperanza en la recuperación de nuestra idiosincrasia más genuina y auténtica. Españoleta suena a España y a su amalgama.

30. TIEMPOS DE UTOPÍAS RAZONABLES (III)
Dº Francisco Carrillo Montesinos
Académico Emérito +

30

viernes
15 mayo
2020

días de la pandemia / 30
Dº Francisco Carrillo Montesinos, Académico Emérito

TIEMPOS DE UTOPÍAS RAZONABLES (III)

La fobia del contacto gobernará cada vez menos 
el pacto del individuo con lo social.
EDUARDO PORTELLA

               

Pienso es opinión compartida que la luz verde para una salida escalonada del enclaustramiento depende de los científicos y no de los políticos, de los economistas, de los juristas, de los psicólogos e incluso de los sociólogos. Los pobladores de este mundo ensombrecido se han ido familiarizando con palabras que no entraban en el reducido léxico de las conversaciones cotidianas: epidemiólogos, virólogos, biólogos moleculares, intensivistas… Recuerdo hace más de cincuenta años mi primera experiencia visual de uno de esos que hoy se le llama «bichito»; era el de la sífilis aumentado con un microscopio casi de la época de Ramón y Cajal con el que mi padre hacía sus investigaciones y constataba una infección. Afortunadamente para los contagiados, ya en aquellos años Fleming había descubierto la penicilina. Y había curación si a tiempo se intervenía. Para la lepra, de la que mi padre sabía algo, llegaron fármacos a España que sanaban al enfermo si se llegaba a tiempo. (Esto lo constató en una reunión científica en Holanda por los años de 1950). Recuerdo vagamente que mi padre tenía unos cuadernos de seguimiento con los contactos del que padecía la enfermedad de Hansen, ya que él estaba convencido, por experiencia clínica, que solamente se contagiaba por promiscuidad. En mi memoria aún quedan trazas de aquellos bizcochos que, sobre todo en Navidades, obsequiaban los contagiados a mi padre y que eran comidos en familia. Microscopio elemental, experiencia clínica con afecto y el sentido común de aquella generación de médicos pioneros de sus especialidades, pero con amplios conocimientos de la Anatomía Patológica de la época. Cuando llegaban los resfriados familiares, (la gripe) algún refuerzo vitamínico, siete días de cama y exigencia de ventanas abiertas durante parte de la mañana para lo que se reforzaban las mantas de la cama. Claro que había infecciones más graves que desconocía pero que me daban miedo cuando, a veces, acompañaba a mi padre al Hospital Civil Provincial y me comentaba: aquí está el pabellón de infecciosos. Existían focos de lepra en la zona de la costa este de Málaga. El gobierno de la época iniciaba campañas en el exterior para atraer turismo. Me consta que mi padre le comentó a un ministro de sanidad (que no era médico): si la prensa internacional informase que en la naciente Costa del Sol había focos de lepra, no vendría un solo turista. El ministro le concedió recursos sanitarios que era lo que mi padre perseguía. ¿Quién iba a convencer al eventual turista de que la lepra no era contagiosa salvo en promiscuidad?  Estaba localizada en Málaga y provincia, y había mucha menos información de la que ahora disponemos. Prácticamente ninguna a nivel de salud pública. A este respecto, leí, con mi propia experiencia familiar a cuestas, la apasionante novela de José Luis Sampedro, “El río que nos lleva”. El Sanatorio de Fontilles era para mí una referencia de realismo mágico como lo es la isla de Molokai. La enfermedad bíblica causaba pavor.

El COVID-19 también causa terror a nivel mundial. El problema parece se está extendiendo más allá de las fronteras europeas y de Occidente en el mal llamado Tercer Mundo. Los ciudadanos y las familias tienen miedo. Muchos no infectados se preguntan qué va a pasar cuando salgan a la calle. Una cosa son las estadísticas contables de cada día y otra es la realidad invisible de esta pandemia, cuya colecta de datos será muy aleatoria entre las zonas urbanas y las rurales. Ya saltó a África en donde hay estimaciones de que habrá diez millones de infectados, pero la tendencia actual, probablemente por falta de datos, no confirma esta estimación a la fecha de hoy. ¿Y cuántas muertes? En América Latina avanza. En Singapur, que era un paraíso viral, ya ha penetrado y rebrota en Alemania y en Corea del Sur.

Por profesión, me tocó viajar algo por los cinco continentes. Tomaba mis medidas; tenía un amplio carné internacional (de color amarillo) de vacunaciones. Si iba a zonas de malaria (Amazonas o África) tomaba cloroquina (una pastilla diaria, tratamiento que hoy está más simplificado, pero aún no hay vacuna). No bebía agua del grifo, solamente de botella. Si me invitaban a una casa, nunca echaba cubitos de hielo porque no sabía con qué agua estaban hechos, desinfectaba por si acaso legumbres, verduras por aquello de las amebas, e incluso frutas, etc. Pero cierto era que, aparte la malaria que tiene contagiada a media África, no existía la espectacular trashumancia del COVID-19 facilitada por la globalización de los intercambios comerciales y por los enormes movimientos de población en el mundo (mil doscientos millones el pasado año). 

Veo muy difícil, por el efecto miedo, que el turismo vuelva a moverse sin un fármaco eficaz contra el coronavirus y con una vacuna definitiva. El turismo busca ante todo seguridad en su descanso. Y normalidad de comportamiento. El enclaustramiento y la distancia social han ido potenciando la psicología del miedo que, mucho me temo, no podrá ser superada con la desinfección de ozono ni con la separación de mesas. El turismo no busca el riesgo por mínimo que sea. No va a pasar sus vacaciones con mascarillas y guantes, a las que se habría de añadir gafas blindadas ya que este virus también entra por los ojos. 

El panorama es terrorífico si abrimos las puertas de las casas, y las fronteras, sin tener la certeza de que no habrá una segunda ola que según la OMS podría ser más letal. Es una hipótesis. La salud pública debe ser una alta prioridad aunque el país deba seguir parado al menos hasta el verano. Los epidemiólogos, y la OMS, deberían tener la última palabra. Un buen amigo, investigador de punta en USA, y con amplia práctica clínica, me decía hace unos días que en junio todo podría ir mucho mejor en cuanto a la actividad del virus. Es decir -interpreto- la intensidad de la carga viral puede disminuir y convertirse en una gripe común, a la que se añadiría la gripe estacionaria del próximo invierno. Son hipótesis científicas de peso, que se verificarán al paso del tiempo y de los rebrotes tras las desescaladas. Ya la OMS advierte que deberemos cohabitar con este coronavirus durante algún tiempo, hasta la llegada de la vacuna, si llega, La incógnita sería la evolución en los cinco continentes y la trashumancia del virus que potencie rebrotes. Es muy humano que reine el miedo. ¿Quién desea desescalarse y servir de cobaya humana para así incrementar la tasa de “inmunidad social” que, por demás, es una variable incierta? Es muy humano también que el factor esencial de la economía, la persona/ciudadano, que debe ser el principal por aquello del bien común, no quede desasistido por la incidencia del COVID-19 que se ha impuesto a la voluntad de todos y no por capricho propio. Los ex claustrados nunca deberían estar sometido a las reglas de la ruleta rusa. Complejo laberinto, en el que estamos todos, en el que el Minotauro será vencido definitivamente por una vacuna tras sacrificar a miles de seres humanos en la actual Cnosos. Lo que sí parece consolidarse son las estimaciones de decrecimiento del nivel de vida, con una estimación de 35% de paro (según el Informe FUNCAS), de un menos 13% del PIB, de una fuerte caída del consumo y de un aumento inquietante de las situaciones concretas de pobreza, con incidencias ya constatables en los flujos financieros. Otras hipótesis razonables se basan en la probabilidad de una fragmentación de la globalización, de una restructuración de la deslocalización de empresas y de una transitoria intervención de los poderes públicos en la economía (el regreso de Keynes). Y esto no solamente en España. Cabría preguntarse: ¿Cómo ha sido que casi el 90% de las importaciones de material sanitario básico venga de China? ¿Cómo ha sido posible la no previsión de industrias nacionales estratégicas en materia de salud y sanidad? ¿Por qué una economía basa a veces un 30% en “monocultivos” tales como el turismo y la industria del automóvil que la debilita en cuestiones de días por causa de una pandemia? Es muy probable, al menos razonable, una revisión del concepto de ciudad en donde se concentrarán en algunos años más del 70% de la población mundial (10 mil millones de habitantes) con fragilidad exponencial en esta pandemia o en las por venir? Un reequilibro con las áreas rurales, podría ser el habitat humano, no sólo de agricultores y de trabajadores agrícolas, sino de familias, personas, que trabajen en la industria y en el sector servicios. La prospectiva de hoy puede sin duda ayudar a reordenar el territorio y estar mejor preparados para hacer frente a otras catástrofes naturales (la COVID-19 es una de ellas) que sin duda llegarán estrechamente relacionadas con el cambio climático. Pienso que la creciente población mundial no está formateada para agruparse en grandes concentraciones urbanas con rascacielos en competición, sino para asentarse y distribuirse a través de la tierra del Planeta. Hoy día esto puede ser persuasivo en plena pandemia pero mañana se continuará considerando como utopía para mí razonable.

La COVID-19 es un trágico llamamiento a políticas y a educación prospectiva a medio y largo plazo y a evitar cegueras del cortoplacismo. Se ha echado en falta la presencia, en primera fila, de la Unión Europea, con una ausencia evidente de mecanismos centrales de coordinación a nivel de política sanitaria preventiva. Cada país de la UE ha hecho la guerra por su cuenta para hacer frente a la pandemia. La UE no disponía ni de políticas ni de stocks de material sanitario para emergencias como la COVID-19. Sin embargo, sí funcionaron importantes mecanismos económicos y financieros de apoyo a las economías nacionales. Es previsible que de la actual crisis sanitaria emerja reforzar la UE en las esferas sanitarias, de investigación, de defensa y seguridad así como en lo cultural (que es la gran ausente con la sanidad), y se restructuren los mecanismos económicos-financieros ante la hipótesis de un fraccionamiento de la globalización en donde la Unión Europea está llamada a jugar un papel fundamental en la relación de fuerzas de las grandes potencias o a desaparecer.

(15 Mayo 2020)
Francisco Carrillo Montesinos

28. SAN TELMO Y LA REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE MÁLAGA
Dª Rosario Camacho Martínez
Académica de Número y Vicepresidenta +

28

jueves
7 mayo
2020

días de la pandemia / 28
Dª Rosario Camacho Martínez, Académica de Número y Vicepresidenta

DOBLE CONFINAMIENTO

Mis nietos, los mellizos, tienen dos mascotas. No son las más habituales: perros, gatos, tortugas, pajaritos…, ellos tienen dos jerbos, pequeños roedores muy familiares y cariñosos.

Los chiquillos tenían alguna experiencia ya que, al no conseguir que sus padres adoptaran un perrito, como ansiaba Paula, se decantaron por un hamster, Oled, que convivió con ellos casi un año, aunque un día se perdió, debieron cerrar mal la jaula y se marchó. Estuvieron inconsolables.

Un buen día alguien les habló de las excelencias de los jerbos: inteligentes, activos, cariñosos, dóciles, juguetones, aseados, muy predispuestos a la integración familiar, sin necesidades de escapar al ser capaces de encontrar comodidad en sus jaulas, etc. Fueron a conocerlos a Verdecora. Habían dado con su mascota.

Teo decidió portarse muy bien para pedir un jerbo en su carta a los Reyes Magos, y el 6 de enero llegó Elvis. Pequeño, muy blanco, con los ojitos rojos, grandes incisivos, respetable bigote, una larga cola y manos pequeñitas en la que destacaban las uñas. Hizo las delicias de los niños, y también gustaba a los mayores. A mí, francamente, no me hacía mucha gracia verlo correr por los brazos y el cuello de mis nietos, pero reconozco que se adaptaba al juego. Dormía bastante durante el día y por la tarde, cuando los niños terminaban los deberes, estaba muy despejadito y jugaban con él.

Pero, al ser Teo el dueño de Elvis, él jugaba más y no era demasiado generoso en compartir su mascota con los hermanos. Y como la publicidad del vendedor, dado el sentido gregario del animalito, también recomendaba que vivieran en pareja o en grupo, Sergio hizo méritos para tener él su propia mascota y completar la pareja.

Lo consiguió, y llegó Bob. Era más pequeño (bueno es que Elvis, que comía muy bien,  había crecido bastante), parduzco, con ojitos negros vivarachos y cara simpática mostrando sus paletones. Los niños estaban ansiosos por juntarlos. Primero colocaron una jaula al lado de la otra para que se mirasen y reconocieran, y un día pusieron a los dos en la misma jaula. ¡Un desastre! Elvis se revolvió y de un mordisco casi le arranca la cola a Bob. Había que empezar de nuevo.

Cuando estuvo curado y, después de varias intentonas de acercamiento fuera de la jaula, muy observados por sus respectivos cuidadores, al ver que algo confraternizaban, los fueron uniendo y se hicieron muy amigos. Jugaban juntos, como había suficiente comida no había problemas de subsistencia, y tenían dos jaulas para los dos, ya que estaban  comunicadas con un sistema de tubos-toboganes por los que se tiraban a una velocidad endiablada e incluso podían subirlos agarrándose con las uñas, y practicaban un ejercicio extraordinario. Dormían, comían, jugaban y hacían las delicias de los niños.

En estos días de enclaustramiento Elvis y Bob han desempeñado un papel importante. Los niños han llevado bien la reclusión y los jerbos han contribuido en buena parte. No es que estuvieran todo el día jugando con ellos, los padres han procurado que tuvieran sus horarios y respetasen los de los jerbos, no obstante el tiempo de juego ha sido mayor.

Pero hace pocos días Teo lloraba amargamente ante la jaula porque Elvis estaba muy mustio y se le habían caído los dientes. Un amigo de la familia aconsejó deshacerse de él y comprar otro, pero se trataba de Elvis y “otro” no podría sustituirlo, así que lo llevaron al veterinario. Su diagnóstico fue sorprendente. A Elvis no se le habían caído los dientes, se los había roto intentando roer los barrotes de su jaula. ¿Quería huir? Todos estaban desconcertados. Si estos jerbos no sienten deseos de escapar ¿Qué había ocurrido?

He pensado mucho en Elvis. Imaginaba que el animalito había somatizado el estado de ánimo de muchas personas en estos largos días de confinamiento y las terribles consecuencias de todo orden que nos invaden.

 Elvis había preferido perder los dientes, y tal vez la vida, para evadirse, para escapar de esta trágica realidad.  

                                                                                   

                                                                                            
Rosario Camacho Martínez
Málaga 7-5-2020

27. Contradanza
Dº Francisco Ruiz Noguera, Académico de Número y Bibliotecario
+

27

jueves
7 de mayo
2020

días de la pandemia / 27
Dº Francisco Ruiz Noguera, Académico de Número y Bibliotecario

Contradanza

Mientras dure el billete solo ida―
de un viaje que vuela año tras año,
mientras siga la broma del engaño,
ven a bailar el baile de la vida.
 
Trampea por ganar esta partida,
y después de subir cada peldaño,
cree, por fin, burlar el desengaño
y trata de encontrar una salida
 
soñando con firmar una alianza
―en un pacto imposible― con la suerte,
pero ve que, vencido, el tiempo avanza,
 
y corre, manteniendo el paso fuerte,
con el ritmo implacable de esta danza
que siempre llega, al fin, como la muerte.
 

 
 
(Inédito, septiembre, 2018)
Francisco Ruiz Noguera

26. “HIMNO A LA ALEGRÍA”
Dº Andrés Amorós
Académico Correspondiente en Madrid +

26

miércoles
6 mayo
2020

días de la pandemia / 26
Dº Andrés Amorós, Académico Correspondiente en Madrid

“HIMNO A LA ALEGRÍA”

         En los momentos de tribulación, resulta especialmente adecuado escuchar el tiempo final de la Novena sinfonía de Beethoven: una de las obras más populares de toda la música clásica, declarada, desde 1972, símbolo de la Unión Europea.

         Ya se planteó Beethoven poner música al poema de Schiller en 1793, cuando tenía 23 años: le escribió a la hermana del poeta, preguntándole si él aceptaría que lo hiciera un joven músico, poco conocido. La concluyó 31 años después, en 1824, tres años antes de morir.

         En su poema, Schiller había sustituído “Libertad” (“Freiheit”) por “Alegría” (“Freude”).  En 1824, Beethoven sufría su progresiva sordera, tenía dificultades económicas, pleitos familiares… Con gran audacia, decidió combinar la parte instrumental con la voz; luego le seguirán Listz, Mahler, muchos más.

  Cantan el bajo y el coro:

         “¡Alegría!, bella chispa divina,
           hija del Elíseo,
           ebrios de tu fuego, penetramos,
           ¡oh celeste!, en tu santuario”.
         Continúan el tenor y el bajo:
         “Todos los seres beben la alegría
           en el seno de la naturaleza.
           Todos los buenos, todos los malos
           siguen su senda florida (…)
           y el querubín llega ante Dios”.
         Repite el coro la frase: “… ante Dios”.

  El cuarteto de solistas, el coro, la orquesta, todos se unen en un final grandioso:

         “¡Abrazaos, multitudes!
           ¡Un beso al mundo entero!
           Hermanos, sobre la bóveda estrellada
           debe habitar un Padre amoroso.
           ¿Os arrodillais, multitudes?
           Mundo, ¿presientes a tu Creador?
           Búscalo más arriba de la bóveda estrellada.
           Sobre los astros debe habitar”.

         En el estreno, en Viena, el 7 de mayo de 1824, Beethoven, que no oía nada, se colocó en un asiento, a la derecha del director, marcando los tiempos. La novedad de la obra sorprendió a los críticos: “Una monstruosa locura, el último detalle de un genio que está expirando… Un gran error de un maestro, aislado del mundo por la sordera… Los más ardientes admiradores de Beethoven, si es que les queda sentido común, deberán deplorar con toda su alma que se haya dado publicidad a una obra tan absurda”. (Una lección de modestia para todos los que hacemos crítica). Gracias a Mendelssohn y a Wagner, el público comenzó a admirarla.

         Hoy, es un tópico compararla con los frescos de Miguel Ángel, en la Capilla Sixtina: dos de las más grandiosas creaciones del espíritu humano. Simbólicamente, Furtwängler la dirigió en Bayreuth, después del nazismo y de la guerra.

         Alegría, libertad, fraternidad de todos los seres humanos… Además de su belleza, esta música nos da un mensaje de humanidad. Se puede resumir en el lema de Goethe: “Por el dolor, a la alegría”.

6 Mayo 2020
Andrés Amorós

25. TIEMPOS DE UTOPÍAS RAZONABLES (II)
Dº Francisco Carrillo Montesinos
Académico Emérito +

25

miércoles
6 mayo
2020

días de la pandemia / 25
Dº Francisco Carrillo Montesinos, Académico Emérito

TIEMPOS DE UTOPÍAS RAZONABLES (II)

Toco marchas para vencidos y víctimas

WALT WHITMAN

      ¿Cuántas personas, ciudadanos, ciudades, asentamientos humanos, países, naciones, Estados, se encuentran objetivamente en las fronteras del mundo a pesar de los cantos en sordina de lo que estamos llamando progreso y desarrollo? Los actores sociales quedaron sumergidos por el engranaje de la competitividad y de la sociedad mediática. Si alguien escapó fue por decisión propia de reclusión y silencio de monasterio en donde el poeta busca desesperadamente que los versos se abran paso y que no se conviertan en ecos de desierto.

       Hoy podemos vislumbrar que la solución de la situación caótica del mundo ha de ser «cultural» y «educativa» (lo que los japoneses calificaron, los primeros, de «desarrollo humano»). La trágica crisis global que origina la pandemia de COVID-19, está mostrando la ausencia de una efectiva autoridad mundial que coordine la acción a escala planetaria. Ello es debido a que se están aplicando a la lucha contra la pandemia parámetros de sociedades con fecha de caducidad, cuyas prioridades siguen marcadas por esquemas de exclusiva competitividad económico-financiera que no consideran a la persona humana como el más relevante motor de la solidaridad y beneficiario y renovado factor de producción de bienes y servicios, así como de ocio socialmente útil. Lo estamos constatando en España: la pandemia en dos meses casi nos ha retrotraído a escenas y hechos los años de 1940, con un trágico panorama que ha robado probablemente más de cinco millones de empleos, a los que se suma la economía informal no declarada. Y con 21 millones de personas -por ahora- dependiendo de las arcas del Estado. Es la consecuencia de un imprevisto ataque exterior por un virus letal para la salud y para la sociedad en su conjunto.

       Atravesamos una transición global y apenas nos damos cuenta. Las culturas del mundo (incluida la cultura científica y tecnológica) son como «placas tectónicas» siempre en movimiento. Son personas las que crean las bases culturales de las sociedades, de la política, de la economía. De ellas van surgiendo los cambios y las transformaciones. Y podemos afirmar que se nos presenta harto complejo predecir que volveremos a tiempos mejores del pasado. La «sociedad industrial» que renace tras la II Guerra Mundial y que garantiza un par de décadas de bienestar (salario mínimo interprofesional, vacaciones pagadas, objetivos de pleno empleo, negociación patronal-sindicatos, sólidas democracias formales, muchas de ellas cimentadas en pactos de gobierno entre izquierdas, derechas y centro…etc.) ya no volverá…en años. Hemos entrado en la sociedad de la comunicación y de la información (2.0) bajo el paraguas de los fuertes procesos de globalización económica y financiera. Estamos en tiempos de desindustrialización, de deslocalización y de hegemonía del capital financiero transnacional. Las sociedades cambian a un ritmo imprevisto y aquellas «placas tectónicas» latentes se agitan. De aquí, la descolocación, por ejemplo, de los sindicatos, de la patronal y de las viejas estructuras organizativas de los partidos políticos. Se siguen manteniendo pautas y esquemas autorreferenciales como si todavía estuviésemos en la sociedad industrial que siguió a la II Gran Guerra. Por ello, los mensajes no pasan y vemos resurgir de aquellas «placas tectónicas» nuevos actores sociales, que reivindican su individualidad y, con gran sorpresa de todos, tienen como único asidero la Declaración de los Derechos Humanos Universales. Al mismo tiempo, la ciencia, las neurociencias y las nuevas tecnologías aplicadas han desbordado toda previsión, pero es de imaginar con unas prioridades que le han impedido anticiparse a la pandemia. Pero las filas están formadas, de inmediato, para llegar, el primero, al fármaco eficaz y a la vacuna segura, con una producción industrial de 7 mil millones de unidades. Es guerra fría como lo fue la primera llegada a la Luna y el descubrimiento de la bomba atómica. Hoy, en cuestión de segundos, un solo videojuego puede llegar a más de 10 millones de teléfonos móviles; ya está en preparación un marcapasos para el corazón de tamaño inferior a medio grano de arroz que se podrá reprogramar con un teléfono móvil; es muy probable que las grandes enfermedades se venzan de aquí a 30 años (alzheimer, cáncer, sustitución de tejidos…etc.), mientras sigue matando el paludismo por no darle prioridad de rentabilidad a una vacuna que aún no existe. La esperanza de vida en sociedades digitales y de investigación avanzada llegará a los 120 años. Las viejas fábricas de la sociedad industrial que nacieron con la revolución industrial, se desplazarán sin duda a los laboratorios de investigación y al campo de las industrias culturales y medioambientales. No se trata de ciencia ficción. Son constataciones que ya podemos hacer de forma experimental, sin excluir la gran tentación para algunos de las armas bacteriológicas, químicas, de destrucción masiva. El terrorismo, islamista o no, son clientes en la invisible sala de espera.

     Estamos ante una carrera inimaginable de la ciencia y de sus incidencias en el desarrollo de las nuevas sociedades posindustriales. Ello no quiere decir que las enormes desigualdades sociales y entre países se vayan a superar de la noche a la mañana. Más bien, podríamos afirmar lo contrario. ¿Cómo se pagarán las pensiones a una población con esperanza de vida de 100/120 años, quizá dentro de 3 décadas, en zonas altamente desarrolladas? ¿Cómo se distribuirá equitativamente el nuevo conocimiento entre todos los países del mundo? ¿Cómo se regulará la producción agrícola para alimentar a más de 10 mil millones de habitantes en 2.030? ¿Cómo irán encajando las piezas de este  «Cambio de Era» para que la población, cada vez más globalizada, pueda beneficiarse de los adelantos científicos, de la aplicación de las nuevas tecnologías en medicina, educación, formación, soportes culturales, nivel de vida? ¿Cómo se sustentará el consumo de agua, luz, electricidad, vivienda, bienes de primera necesidad? ¿Habrá suficientes recursos para financiar una educación para todos? Si en 2019 hubo un movimiento de población de 1.200 millones de personas (turismo de masa), ¿cómo se podrá prever los efectos inducidos de esos movimientos, junto al de los contenedores, que podrían multiplicarse por dos o por tres? Ante estas cifras, será necesario establecer una política sanitaria de enorme envergadura a nivel mundial. 

     Este panorama, en donde subyacen importantes retos medioambientales y de conservación del Planeta, si se produce de forma desordenada y no regulada a escala planetaria, nos presentará la otra cara de la moneda: conflictos y enfrentamientos en zonas que pensábamos ya estaban inmunes; grandes desigualdades; nuevas formas de conflictos sociales; ampliación de las zonas de hambre, miseria, enfermedades, epidemias, pandemias, desempleo masivo, nueva modalidad de analfabetismo, fanatismos desesperados, proliferación de guerras… ¿Quién podía imaginar la guerra de Ucrania en la Europa segura y bienpensante? Todo país del mundo que no se dote de un motor de desarrollo científico y digital 2.0, con resolución de la desigualdad del cálculo numérico, y que al tiempo no incremente considerablemente los niveles educativos, y la democratización del conocimiento científico, será víctima de una mayor exclusión que la actual, cuyas consecuencias para la seguridad de la especie humana y la paz internacional son imprevisibles.

     Estamos en un «Cambio de Era» y la presión en el alumbramiento de la generalización de la sociedad digital 2.0 cada día es más evidente. Ello nos lleva a afirmar que hay que resolver los problemas pendientes -que son muchos- de este modelo de sociedad que toca a su fin, e ir abriendo las compuertas hacia ese otro modelo que ya está presente. La transición no será nada fácil porque tocará a todos los sectores. Llegará un momento en que parámetros y referencias económicas (ya está ocurriendo) como los indicadores macroeconómicos, la prima de riesgo, los sanatorios de viejas empresas, la renta per cápita, incluso los índices de consumo, dejarán de ser válidos porque otro tipo de relaciones económica con cada vez mayor peso internacional, los irán sustituyendo. Volverá a la palestra, con mayor fuerza orientadora, los nuevos índices de desigualdad y se resucitará la curva de Lorenz, entre otros materiales de trabajo. Los efectos de la COVID-19 ya los estamos constatando y los observaremos en su repercusión a través de los próximos diez años. Creo sinceramente que quien no vea, desde ahora, cambios en las sociedades es que está guiado por ceguera analítica. La pandemia no puede ser una coartada, aunque para algunas podría serlo.

     La corrupción y la codicia no lo explican todo. Puede que respondan a los fuertes cambios en las sociedades contemporáneas desreguladas, como también puede que así sea en lo que se refiere a la desafección a las antiguas estructuras organizativas políticas y sindicales. La nueva sociedad, en la que ya estamos (y que se podía prever observando el movimiento de esas «placas tectónicas» latentes pero cada vez más manifiestas en todo lugar, a las que me he referido), está pidiendo un nuevo lenguaje y, sobre todo, nuevos instrumentos para que los nuevos actores la vayan definiendo y modelando. En esta perspectiva se ha colocado el Papa Francisco desde su observatorio privilegiado que él llama «periferias existenciales de la Casa Común” y que uno de los maestros de la sociología contemporánea, Alain Touraine, a sus 90 años, califica como «fin de las sociedades» tal como las hemos vivido hasta nuestros días.

     Los trabajos prospectivos, así como nuevos modelos de simulación, son de una necesidad inexcusable para intentar prever lo que ocurrirá de aquí a sólo 30 años. A pesar de la globalización, se constata que hay un mayor protagonismo, a todos los niveles, de la diversidad de las culturas y de los hechos culturales, de la epidemiología y de la biología molecular apoyada por los cálculos numéricos, a los que hay que abrir nuevos cauces. Esa diversidad cultural nace de esas «placas tectónicas» en continuo movimiento en donde habitan los ciudadanos de este mundo, la mayor parte en estado de indigencia derivado de la pandemia, que esperan contribuir a construir ellos mismos su propio devenir. A veces, el cortoplacismo de los políticos, el electoralismo y el apego a los trepidantes ritmos del día a día no dejan ver la profundidad y la gravedad de la problemática. La COVID-19 es un ejemplo irrefutable de falta de previsión analítica y de prioridades en la investigación básica y en las estructuras de salud y sanidad pública y privada. La búsqueda de un fármaco eficaz y una vacuna contra el actual coronavirus que hace estragos, ha desencadenado una guerra comercial e industrial que podría conducir a una guerra caliente entre Estados Unidos y China, y a un desmantelamiento del policentrismo multilateral y solidario.

     No creo haya otra salida para regular, con justicia distributiva y equidad, nuestro propio caminar y el de las generaciones futuras, en paz y armonía, que trabajar todos para ir construyendo una alianza de valores, lo que implicaría, con carácter de urgencia, la generalización de la educación basada en valores universales en donde se dé primacía a la dignidad de cada persona y en donde vayamos sustituyendo el concepto de interés general por el del bien común. Todo un programa que transciende fronteras, pero que ha de empezar en nuestros entornos más próximos, y que ha de «humanizar» sin compás de espera a la nueva globalización que tendrá sombras y también luces para que, al menos, facilite ver más próximo «al otro» que hasta ahora lo considerábamos como el ignoto extranjero. No veo a las Superpotencias, que por definición están en competición, poniendo orden al desorden actual del mundo. Pienso que el necesario mecanismo regulador sigue encontrándose en una ONU que se fundó en la Conferencia de San Francisco tras la II Guerra Mundial y que requerirá una refundación tras la actual pandemia devastadora. Urge una autoridad ética y moral universal.

(6 Mayo 2020)
Francisco Carrillo Montesinos