51. ¿MAYORES… O VIEJOS?
Dª Adela Tarifa
Académica Correspondiente en Úbeda +

51

sábado
20 junio
2020

días de la pandemia / 51
Dº Adela Tarifa, Académica Correspondiente en Úbeda

¿MAYORES…O VIEJOS?

Madrid, 6 de marzo de 2020. En esa fecha me instale  allí con la devoción de disfrutar de los nietos y la obligación de resolver diversos asuntos administrativos.  El balcón de mi casa,  en pleno centro, y con una boca abajo, era un observatorio privilegiado para ver como bullía una ciudad que nunca para. Aquello era un jolgorio. Jauja no tendría más bullicio que aquel Madrid remoto en el que ningún peligro nuevo acechaba. Ni siquiera nos aconsejaban los “expertos” el uso de mascarillas. Ese  artefacto  resultaba inútil, salvo para personal sanitario y algún raro caso de contagio que pudiera darse en España. Eso nos contaba los telediarios. El  Dr. Simón aclaró por TVE, lo escuche claro, que no había peligro si se asistía a actos multitudinarios. Hasta a su hijo no le hubiera aconsejado lo contrario. Lo creí. ¿Qué ganaba con mentir?

Pero, cosas del destino,  la primera salida a la calle, por emergencia  doméstica, me condujo a  una tienda próxima  regentada por chinos, siempre abierta. Necesitaba  lejía.

En el mostrador estaba el dependiente de siempre. Llevaba mascarilla. Había colgado delante un  cutre cortinaje de plástico y miraba a la clientela con cara de pocos amigos. Soy intuitiva, y pensé en  esa rara peste china que hacía estragos en Italia por entonces. Ni siquiera me di cuenta de  que había poca oferta de lejía en el bazar, atiborrado de todo. La única medida que tomé, con la mosca tras la oreja, fue acercarme a la farmacia cercana para comprar mascarillas, porque pensaba  coger la línea 1 del metro hacia Atocha. No había en ninguna de las farmacias cercanas. Al final localizamos una alejada, y  allí nos vendieron 5 de las básicas, muy caras  y de favor. Me dijo la farmacéutica que las tenias gracias a su amistad con un dentista. Decidí no tomar más el metro. Luego  le conté a mi hija  lo raro que era ver al dependiente chino de la tienda tan malhumorado con los clientes. Ella me aclaró que eso no era raro. Que los chinos llevaban tiempo cerrando sus bazares, y que hacía bastante que los niños chinos dejaron de asistir al colegio. Cuando volví a casa, en un autobús no muy lleno, tenía preocupación. Pero al poner las noticias de la noche volví a serenarme. Eran aprensiones. España iba bien decían los gobernantes y sus expertos. Y la juerga siguió. Yo misma entré en alguna cafetería cercana  varias veces. Y por la noche nos fuimos a un bar de tapas  a cenar. No cabía un alfiler. Allí nadie llevaba mascarilla, ni guantes. Ni se guardaba distancia de seguridad. Vimos a infinidad de personas  mayores alternando, como nosotros. Por entonces aún éramos eso, mayores. Aún   no nos sentíamos  viejos, que  en lo que nos han convertido  de golpe. Pero prosigo.

Cuando hice un segundo viaje a la tienda de los chinos para compara  otras cosillas de primera necesitad,  me parece que fue el día 9, la tienda estaba cerrada. Un rupestre letrero, escrito a mano, decía que estaba “cerrada por vacaciones”. Ya no necesité volver a escuchar los telediarios. Ahí se acabó mi  confianza en los “expertos” del gobierno.  Teníamos algo muy gordo ya encima. Dejé de frecuentar la calle y no volví a tomara ningún medio de trasporté. La maleta ya estaba lista. Caminando  dos kilómetros llegamos a la cochera y salimos  pitando  de Madrid, con el tiempo justo de que no cerraran las carreteras. Fue un visto y no visto. Al llegara a Úbeda respiramos tranquilos. Aquí seguían llenas las terrazas. Se veían pocas mascarillas, lucía el sol y se respiraba  paz. Algunos  turistas  paseaban como nosotros por la zona monumental. Cuando nos sentamos en una terraza  cercana al Salvador, a tomar el aperitivo,  varios extranjeros hacían lo mismo en la mesa contigua.  Uno comenzó a toser con fuerza. Alegué que me molestaba el sol en los ojos y cambiamos de mesa. Porque me acordé del letrero de la tienda de chinos.  Era día 12 de marzo. De entonces no hay que contar  nada nuevo. Han pasado 48 días.  Es la misma  historia de todos: arresto domiciliario. Dolor por la pérdida de varios amigos a los que ha matado esta gripe inofensiva. Angustia por tantas ausencia, por tantas injusticias. Indignación por la masacre de las residencias de ancianos. Preocupación por el desastre económico. Gratitud a los profesionales que se dejan sus vidas sirviendo a los demás. Impotencia por poder  ni siquiera  influir ante  decisiones  políticas  erráticas.  Estupor viendo como la censura  se  infiltra en nuestras vidas. Temor a perder no solo la vida sino algo que vale aún más, libertad y dignidad. Y un desconcierto  infinito porque a las personas mayores que no trabajen en la política las han convertidos a viejos. Aunque  hace unas semanas éramos útiles,  desempeñábamos responsabilidades colectivas, cuidábamos de nuestros ancianos y atendíamos a los nietos. Sí, hoy nos hemos convertido por real decreto en viejos confinados a los que  se trata  como si fueran niños. Para colmo, se empeñan en cuidarnos  con  un proteccionismo enfermizo que atonta,  y que  mata más que esta “peste roja” que llego de China.

¡Señores, ustedes, los que cobran por pensar¡ No se dan cuentan  que el tramo de edad que va de los 65 a los 87, que es la longevidad media española, tiene muchos matices. Es que  no se puede permitir que un maldito virus, por muy coronado que vista, robe a los mayores los mejores años, los últimos  que les quedan por vivir, paralizándolos con decretos colectivistas y achicándolos con el viejo recurso del miedo. Los que estudiamos historia, esa asignatura que tanto detesta la mayoría de los políticos, porque es la madre de la verdad, sabemos de sobra lo que acobarda el miedo, y  que se ha utilizado para perversas ingenierías sociológicas. No, amigos mayores, no se resignen. Porque  no es buen negocio aceptarar el  permiso a  sobrevivir tutelados renunciando al derecho de vivir libres. Srs. Políticos: no se confundan ustedes. Somos mayores, pero no dependientes,  ni inútiles,  ni muchos menos tontos.

Adela Tarifa

50. TIEMPOS DE UTOPÍAS RAZONABLES (VIII)
Dº Francisco Carrillo Montesinos
Académico Emérito +

50

sábado
20 junio
2020

días de la pandemia / 50
Dº Francisco Carrillo Montesinos, Académico Emérito

TIEMPOS DE UTOPÍAS RAZONABLES (VIII)

Quiero más esperanza en mis brazos
que tristeza en mis hombros.
CORAL CORALINA

Jueves 18 de junio. Se hace público que en la República Federativa de Brasil se constata un fallecimiento por minuto como consecuencia de la COVID-19. Detrás de la gélida estadística, la persona concreta sin nombre ni apellidos. Las madrugadas suelen se agitadoras de la memoria. Tres años de acogida en Brasil acumulan una diversidad de recuerdos durmientes. ¿Qué mejor opción despertarlos al filo de la medianoche? Brasil era una fiesta poliédrica que resistía con tambores, trompetas, cançoes y batacudas de sambódromo al poder autoritario y totalizador. Despertaron del sueño amigos para siempre, algunos ya sobrevolando los cielos, como Eduardo Portella, Jorge Amado, Gilberto Gil, Chico Buarque de Holanda, Sonia Braga, Divonzir Guso, Edivaldo Boaventura, P. Casaldáliga, Paolo Freire, Érico Veríssimo, Vinícius de Moraes, Darcy Ribeiro, Oscar Niemeyer, Juscelino Kubitsckek en la oposición, Elis Regina, María Bethânia, Antonio Cabral, Helder Cámara, Caetano Veloso, Roberto Carlos y aquella supercuadra con faz humana en la que me tocó vivir gracias a Lucio Costa…con fondo de candomblé, poesía, sincretismo, música en la calle. Eran tiempos de dictadura en donde nuestro trabajo de cooperación técnica internacional no impedía las caipirinhas a la caída de las tardes con casi todos los citados y en lugares diferentes. En tales circunstancias, en medio de un país continente, el mundo del arte siempre atendía a la llamada de la amistad en Bahía, Brasilia, Río de Janeiro, Porto Alegre, Fortaleza o Recife y Olinda, Sao Paulo y su Bienal, con paso obligado por Ouro Preto hacia Florianópolis, para reencontrar al gran arquitecto Aleijadinho. Y saltaba desabrido al cine, a los conciertos, a las lecturas poética, al arte, y todos al carnaval que convertía el ritmo en expresión de cultura popular. En Goiás, una lucecita que irradiaba la fuerte luz del poemario, la alumbraba Coral Coralina.

Hoy Brasil, querido, respetado y recordado, es uno de los principales focos mortales de la COVID-19 bajo una dirección desabrida al amparo de los Evangélicos en analogía sectaria y enloquecedora con un presidente de los Estados Unidos que rehúsa enmascararse y que posa Biblia en mano ante un templo que instrumentaliza.

Se dice que el actual coronavirus emigró de Europa al hemisferio norte. Está haciendo estragos sobre todo en los descartados de la sociedad: población afro de Nueva York, de amplias zonas de pobreza de países latinoamericanos, en las comunidades indígenas como sociedades de pequeña escala… Las estructuras sanitarias no llegan a todos los rincones. Una UCI es un tesoro escondido. Los cócteles de fármacos, también. Queda un reducido personal sanitario desprovisto y una acción día y noche de las organizaciones de beneficencia, las onegés, con movilización general de pocos sanitarios, de voluntarios aprendices, de misioneros y misioneras y, para algunos, el recurso más a mano es la medicina tradicional con plantas de los diversos bosques, en particular en Amazonia, que no logra destruir al virus y que facilita el tránsito de muerte envuelto por las creencias ancestrales. 

La distancia social resulta prácticamente irrealizable en sociedades muy densas y habituadas a la proximidad y al encuentro en la pobreza. En tales contextos, ¿cómo lavarse las manos si no hay ni agua corriente ni jabón? ¿Cómo desinfectar las favelas sin son cubículos yuxtapuestos en donde vive una familia extensa en hacinamiento y promiscuidad? ¿De qué sirve confinarse en dichas condiciones materiales de vida? También allí como aquí se reparten bolsas de comidas para ir sobreviviendo. También allí como aquí (que ahora felizmente amortiguamos con una renta mínima vital que en poco va a relanzar el consumo) el desempleo tiene mayor incidencia por el peso considerable de la economía sumergida y de la ausencia de poder adquisitivo. El confinamiento es ilusorio para miles y miles de personas que han de salir cada día a las calles para ganarse el sustento cotidiano en un mercado informal en donde no hay ni vendedores ni compradores.

En estos contextos, ¿cómo hacer las estadísticas de las causas de muerte y vida, de infectados y de sanos? Esta interrogante se aplica igualmente a la mayoría de los países del mundo. ¿Cómo aplicar el método comparativo en tales circunstancias? Recuerdo, con referencia a Brasil (pero podría extenderme a muchos otros países) que, al elaborar el Anuario Internacional de Estadísticas de Educación de la UNESCO, había una pregunta clave para calcular la tasa de escolarización en primaria. El porcentaje global daba un resultado, si la memoria no me falla, de un 60% de niños y niñas escolarizados. Pero había una “trampa”, la de la presencia escolar que no se preguntaba. Mientras que en el norte del país las escuelas tenían dos turnos y los niños permanecían tres horas en cada turno, en el sur la permanencia era de seis horas. Las desigualdades regionales en la República federativa eran y son evidentes y el porcentaje total de escolarización primaria falseaba el método comparativo. Esto creo está ocurriendo con las estadísticas mundiales de la COVID-19. En primer lugar, por la identificación para la colecta de los datos; en segundo lugar, por los diagnósticos. Ambos elementos son las caras de una misma moneda. ¿Quién sabía diagnosticar el coronavirus de la COVID-19, y un fallecimiento por este motivo, en diciembre de 2019 o en enero de 2020, en personas con cuadros clínico muy complejos, incluida neumonía doble? Nadie (salvo, quizás, en China). El dictamen final se reducía a paro cardíaco, colapso periférico multiorgánico, paro respiratorio. Ahora, las cosas han cambiado por la experiencia clínica acumulada y por la ayuda de pruebas de laboratorio u otras, a falta de autopsias que, en determinado momento, habrían colapsado a los pocos forenses. Pero no es lo mismo colocarnos, ahora, en Canadá, Corea del Sur, China, Rusia, España o Estados Unidos, que en la precariedad sanitaria de la mayor parte de países de América latina, África, Oriente Medio o India con más de mil millones de habitantes, con profundas desigualdades socio-sanitarias y con amplias zonas de pobreza. Es cierto que todos estos datos pueden entrar en modelos de simulación que nos darán solamente estimaciones y no certezas, lo que ya es algo. 

La globalización tiene sus amplias periferias casi descartadas del progreso. La actual pandemia lo ha puesto de relieve. 

Una pregunta está en la mente de todos (además de la esperada vacuna): ¿Cómo garantizar la seguridad sanitaria y la prevención de nuevas epidemias a nivel internacional? Cuando haya vacuna eficaz, volverán a moverse más de mil doscientos millones de personas; millones de contenedores siguen llegando a los puertos con una enorme diversidad de productos; los cruceros masivos volverán a surcar los mares; el intercambio de personas y el programa Erasmus se reactivarán. Todo ello responde a que somos habitantes de una “casa común” y que las personas humanas necesitan empatía y alteridad para realizarse como personas en un teórico contexto del

bien común que va mucho más allá del interés general. La interconexión global sin duda ha expandido la pandemia, lo que nos lleva a algunas reflexiones para que la comunidad internacional no se reduzca a un latiguillo internacionalista. Habría que empezar por extinguir las condiciones de pobreza y de miseria que existen en el mundo, con una agenda universal con objetivos más a corto plazo. Esto significa miles de billones de inversiones que muchas de ellas serían productivas y tendrían retorno, con un acompañamiento de una educación para todos y una sanidad para todos. Hay que ir a la raíz de los problemas y que toda persona disponga de agua corriente y de jabón para lavarse las manos y para habitar una vivienda decente. Un salario mínimo vital mundial a los descartados para erradicar el hambre y facilitar la higiene. Se trata de presupuestos básicos. A ello añadiría una generalización de la ciencia y un respeto a la diversidad cultural, promoviendo la descongestión de las urbes y de las megalópolis. Se impone una educación particular y sostenida para evitar la destrucción de los ecosistemas y el respeto de la naturaleza, cuyas infracciones contribuyen incluso a catástrofes naturales o a pandemias inducidas. Se debería llegar a un acuerdo internacional para la prohibición del tráfico legal o ilegal de animales “exóticos” o de plantas que pueden ser portadoras de patógenos que no lo son en su ambiente natural. 

Creo es necesario que cada país (y no sólo en Occidente, que también) debería dotarse de una autosuficiencia estratégica en alimentos, sanidad y educación en sus propios contextos culturales. 

Para ello, es necesario una autoridad mundial compartida y ejecutiva. No veo otra institución que la ONU reestructurada y dotada de poderes ejecutivos y, mutatis mutandi, la Unión Europea para los países de Europa.

Puede que la humanidad esté, en estos tiempos de pandemia, desconcertada por la ausencia del Gran Desconocido que, deduzco saltando en el vacío, respeta escrupulosamente la libertad para hacer el bien o para hacer el mal con la que parece nos dotó. (Aquí ya entramos en la metafísica que puede ir en paralelo con la física y, quizás un día, converger en un mundo entrópico). La libertad es el mayor bien que poseemos. A nosotros todos nos toca cultivar la capacidad de discernimiento y reorganizar las condiciones materiales de existencia con soporte cultural y apoyos simbólicos. La COVID-19 es el primer gran reto a la humanidad en su conjunto. Al ser global, la respuesta también ha de ser global desde las especificidades culturales. Una prueba inmediata (esperemos) será el proceso de la vacunación universal. Pero hay otra vacunación coadyuvante: la vacunación mental para que sople el espíritu de la solidaridad y de la compasión.

(20 junio 2020)
Francisco Carrillo Montesinos

49. Serie Cartones Picassianos Dº Fernando de la Rosa Ceballos
Académico de Número y Tesorero +

49

viernes
19 junio
2020

dias de la pandemia/ 49
Dº Fernando de la Rosa Ceballos
Académico de Número y Tesorero

Serie  Cartones Picassianos

 
Título: El baño
Técnica: fotografía y témpera sobre cartón
Dimensiones: 22 x 40 cm.
Año: 2018
(colección particular)
 

 
Título: Bañistas
Técnica: fotografía y témpera sobre cartón
Dimensiones: 22 x 40 cm.
Año: 2018
 

 
Título: Puente de hierro
Técnica: fotografía y témpera sobre cartón
Dimensiones: 22 x 40 cm.
Año: 2018
 

 
Título: La farola
Técnica: fotografía y témpera sobre cartón
Dimensiones:  30 x 22 cm.
Año: 2018
(colección particular )
 

 
Título: Palomas
Técnica: fotografía y témpera sobre cartón
Dimensiones: 30 x 22 cm.
Año: 2018
 

 
Título: Pitas y pencas
Técnica: fotografía y témpera sobre cartón
Dimensiones: 26 x 37,5  cm.
Año: 2018
 

 
Título: Mujeres en la playa
Técnica: fotografía y témpera sobre cartón 
Dimensiones: 26 x 37,5 cm.
Año: 2018
(colección particular)
 

 
Título: Palacio de la Aduana
Técnica: fotografía y témpera sobre cartón
Dimensiones: 37,5 x 26 cm.
Año: 2018
(colección particular)
 

 
Título: Gran sol
Técnica: fotografía y témpera sobre cartón
Dimensiones: 30 x 22 cm.
Año: 2018
 

 
Título: Cierta paloma
Técnica: fotografía y témpera sobre cartón
Dimensiones: 30 x 22 cm.
Año: 2018
 

 
 

47. TIEMPOS DE UTOPÍAS RAZONABLES (VII)
Dº Francisco Carrillo Montesinos
Académico Emérito +

47

lunes
15 junio
2020

días de la pandemia / 47
Dº Francisco Carrillo Montesinos, Académico Emérito

TIEMPOS DE UTOPÍAS RAZONABLES (VII)

La reclusión frente a la COVID-19 me ha llevado a rememorar el discreto encanto de la diplomacia silente y a desvelar unos hechos inéditos de otra reclusión forzosa, atroz, dolorosa y terrorífica. Era martes 13 de noviembre de 1979, bien entrada la tarde. Tras superar la rampa del aparcamiento de la UNESCO en París, solía conectar el programa internacional de Radio Nacional de España. La noticia me sobrecogió: ETA reivindica el secuestro de Javier Rupérez, diplomático, responsable de Relaciones Internacionales de UCD. Giro por la plaza Fontenoy, regreso al aparcamiento de la UNESCO, subo al despacho del Director General Amadou-Mahtar M’Bow quien, extrañado de mi urgencia, me pregunta: ¿qué pasa? Le respondo: que ETA ha secuestrado a un amigo, demócrata, y que tendríamos que hacer algo en su favor. Y, sin dudar, me interpela: propuestas. Sabía, por proximidad de trabajo, que era un ejecutivo de altos vuelos y en el ascensor yo había barajado varias sugerencias para la acción. Le dije dos posibilidades que podemos combinar: solicitar de Yasir Arafat, Presidente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), una intervención pública solicitando la liberación de Rupérez y tantear a un clérigo vasco ex funcionario de la UNESCO. El Director General reaccionó con estas breves palabra: ejecución, pero en secreto. Comprendí de inmediato que era el Director General quien asumía las gestiones de «diplomacia secreta» por razones humanitarias. El gobierno español no fue informado para evitar toda publicidad ineficaz. A reglón seguido, fui al despacho de Federico Mayor Zaragoza que era Director Adjunto de la UNESCO, correligionario de Javier Rupérez en UCD. Estaba informado del secuestro y apoyó plenamente las gestiones secretas que se iban a llevar a cabo en nombre del Director General de la UNESCO.

A Javier Rupérez lo conocí en la década de 1960 con otros que resultaron fieles amigos en la diversidad como Óscar Alzaga, Gregorio Peces-Barba (al que Javier dedicó un sentido obituario en La Tercera de ABC, “Mi amigo Gregorio”, 25/7/2012), Tomás de la Cuadra Salcedo, Fernando Ledesma, Pedro Altares, Santiago Rodríguez Miranda, Virgilio Zapatero, Ignacio Camuñas, Eugenio Nasarre, Gregorio Marañón Bertrán de Lis y otros que a veces compartíamos mesa en «El Mesón del Conde». Yo había descubierto «la cuestión palestina», referencia fundamental de este relato, desde «Signo» y «Cuadernos para el Diálogo». Todos acompañantes de Joaquín Ruíz-Giménez en la difícil tarea del diálogo que llegó a contribuir a abrir las puertas de La Transición. Recuerdo que con Javier organizamos una mesa redonda sobre Palestina movidos por la ética de la solidaridad. En aquel entonces transitábamos todos por la Unión de Jóvenes Demócratas Cristianos (UJDC), que fundamos muy próximos de Aldo Moro, y por la Unión de Estudiantes Demócratas (UED) de inspiración democristiana.

La gestión con Arafat fue muy eficaz. La OLP estaba reconocida por la UNESCO y por la ONU como entidad no gubernamental. De esta tarea me encargué inmediatamente a través de un canal no administrativo con acceso directo. El mensaje era muy claro: Presidente Arafat, el Director General de la UNESCO le pide que haga una intervención pública para que ETA libera al Sr. Javier Rupérez, diplomático español y amigo de Palestina (se hizo referencia a la mesa redonda en Madrid en los años de 1960 sobre la cuestión palestina). Arafat decidió sin dudarlo y, a través de la agencia palestina de prensa, lanzó públicamente la solicitud de liberación. Era esencial que la intervención de Arafat la hiciera pública. Y así fue.

La otra gestión con un canónigo vasco, jubilado de la UNESCO, llevó tres días. Se trataba del P. Alberto de Onaindía Zuloaga (1902-1988) que trabajó en París, ya exilado, en los servicios de lengua española de la UNESCO y que paralelamente desarrollaba por su cuenta un programa en Radio Francia Internacional bajo el seudónimo de «Padre Olaso». En esos tiempos, yo no estaba en la UNESCO. El clérigo Onaindía fue un destacado “mediador” del Partido Nacionalista Vasco (PNV), –partido democristiano–, durante la Guerra de España e introductor de la Doctrina Social de la Iglesia en el País Vasco, llegando a entrevistarse con Ángel Herrera Oria (Abogado del Estado, quien después sería obispo de Málaga y Cardenal de España) cuando se barajó la posibilidad, antes de la guerra, de que el PNV se integrara en la CEDA, confederación de partidos católicos. Asocié al escritor español Francisco Fernández Santos que trabajaba en ese servicio de lengua española de la UNESCO y que había conocido al clérigo Onaindía. Logramos encontrar su dirección y teléfono en los archivos del personal de la UNESCO. Le pedimos, sin más preámbulo: El Director General de la UNESCO le solicita, si puede, haga algo en favor de la liberación del Sr. Rupérez por ETA. (Naturalmente sabíamos que el clérigo era un nacionalista vasco con historial en ese entorno). Y subrayamos: el Director General tiene mucho interés en este caso. (Años antes, el Director General le llegó a prolongar el contrato dos años más de la fecha de jubilación porque era muy dotado en lengua española). El «Padre Olaso» fue tajante: Vivo en San Juan de Luz jubilado y voy a ver lo que puedo hacer. Vuelvan a llamarme a este teléfono pasado mañana a tal hora. La nueva llamada dio el siguiente resultado: el comando es muy joven, piensan que se equivocaron al marcar al Sr. Rupérez como objetivo y desean soltar el paquete. Pero piden a la UNESCO que obtenga el cese de los acosos de la policía española. Nuestra respuesta fue contundente: El Director General de la UNESCO hace esta gestión personal como acción paralela y coadyuvante y ha considerado oportuno no informar al gobierno español. Por consiguiente, no es de recibo la petición que nos transmite. He de añadir que incluso el que presidía en España el «comité en pro de la liberación de Javier Rupérez», que fue Joaquín Ruíz-Giménez, nuestro maestro y amigo, además muy vinculado al Director General de la UNESCO Amadou-Mahtar M’Bow y al Director Adjunto Federico Mayo Zaragoza, no fue informado de estas gestiones de «diplomacia humanitaria personal y secreta» del Director General de la UNESCO. Nadie fue informado. La más mínima filtración hubiera neutralizado tales gestiones.

Pasados los años, sólo tres personas han guardado con total discreción la información que hoy aquí se narra por primera vez, por imperativo de la “obligación de reserva” en la función pública internacional, imperativo que hoy ya no es vinculante tras 41 años de los hechos. Asunto cerrado.

No hace mucho, en un apartado en la sede de la Real Academia de Ciencias Morales y Política, en el Palacio de los Lujanes de la Plaza de la Villa de Madrid, hablaba de estos hechos con Javier Rupérez, también Académico Correspondiente de dicha Corporación. Le había puesto al corriente muchos años después. En ese momento de reencuentro entrañable, Javier Rupérez me comunicó: Estoy convencido de que la intervención pública del presidente Arafat y, añadió, del Papa Wojtyla (Juan Pablo II), fueron decisivas para mi liberación. Y tiene esta conjetura cierta lógica: si «querían soltar el paquete», –como nos dijo el clérigo vasco–, sólo dos posibilidades, o asesinado o vivo. Afortunadamente lo dejaron con vida el 12 de diciembre de 1979 a unos kilómetros de Burgos. El discreto encanto de la diplomacia silente a ras de tierra.

Francisco Carrillo Montesinos
(Publicado en el Diario SUR/Vocento, 12.6.2020)

46. CUANDO LAS ESTACIONES
Dª Maria Victoria Atencia
Académica de Número +

46

sábado
13 junio
2020

días de la pandemia / 46
Dª Maria Victoria Atencia, Académica de Número

CUANDO LAS ESTACIONES

Cuando las estaciones o los años,
cuando el viento, cuando –puede ocurrir-
se trate de tu vida y se disponga
un beso aun en el borde de tus labios,
ya residuo final, testimonio de otros
tiempos con no menos disposición que ésta,
acógete al espléndido otoño, a sus hacinas
de bárbaro fulgor –como decía Hopkins-
y apresta entonces tu deslustrado corazón:
la vida empieza ahora.
Maria Victoria Atencia

45. CONSUELO Y MARGA GIL ROËSSET
Dª Mari Pepa Lara García
Académica de Número +

45

viernes
12 junio
2020

días de la pandemia / 45
Dª Mari Pepa Lara García, Académica de Número

CONSUELO Y MARGA GIL ROËSSET

Preliminar

En estos meses de pandemia y reclusión en nuestras casas, después de leer, escribir, ordenar armarios y libros, me puse a revisar  y clasificar mis artículos. Algunos de ellos lo había escrito y publicados hacía bastantes años; entre ellos, encontré este que ahora les remito, sobre las hermanas Gil Roësset,  que recuerdo fue publicado en una revista de un pueblo, y por lo tanto,  tuvo poca difusión. Creo que, después de tantos años, en la web de la Academia puede alcanzar mayor difusión, y pienso que puede ser interesante recordar la historia de estas dos hermanas; sobre todo, Consuelo es la más desconocida, pese a la importancia de su labor como editora, en unos años en los que no era corriente que una mujer ocupase este puesto.

En su momento, escribí este artículo en memoria de mi hermano Antonio, junto al que en mi infancia y juventud, leí   tantos “tebeos”, como a nosotros nos gustaba definirlos, y no “comic”, como se le denomina ahora. Además, con los años, mi hermano se convirtió en un experto en “tebeos”, escribiendo varios libros y artículos sobre el tema. A él va dedicado este artículo.

Introducción

Del matrimonio de Julián Gil y Margarita Roësset  nacieron: Consuelo, 1905; Marga, 1908; Pedro, 1910 y Enrique, 1912, en el seno de una familia acomodada, con grandes inquietudes artísticas. Educaron a sus hijos, cuidadosamente, llevando a las hijas a estudiar a las ursulinas y, haciéndoles aprender piano, violín  y francés, como a todas las niñas de aquella época, de buena familia.

Marga nació enfermiza y, aunque los médicos llegaron a desahuciarla, el tesón, el amor  y el cuidado de su madre  lograron sacarla adelante. Por esta razón, la relación  de Marga con su madre, a causa de su enfermedad, era absolutamente dependiente.

Consuelo y Marga Gil

Tanto Consuelo como Marga eran bellísimas, como también lo era  su madre, mujer elegantísima y muy religiosa, de cuya educación de sus hijos se ocupó personalmente. Las dos hermanas hablaban cuatro idiomas, viajaban, asistían a conciertos, exposiciones;  Consuelo,  escribía y, Marga, dibujaba.

Consuelo era alta, esbelta, rubia, elegante, de piel blanca y transparente, con ojos azules. Marga también era alta, grácil, seria y profunda. Sus ojos color de miel, más morena que su hermana y, su pelo, castaño, Era de una belleza menos espectacular que la de Consuelo, pero, quizá,  más atractiva, con una belleza andrógina y, por las fotos que conocemos, no parecía muy preocupada por su aspecto, muy natural, nada sofisticado.

Consuelo Gil  Roësset, primera editora española de revistas

Los inicios artísticos de las dos hermanas  comenzaron paralelos, como veremos más adelante, aunque años después, la tragedia las separó.  Consuelo Gil se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense; con gran experiencia en Literatura infantil, fue alumna del pintor Benedicto y, de Pedro Sáinz  Rodríguez, catedrático de Bibliografía.

Cuando estalló la Guerra Civil, se encontraba veraneando en San Sebastián con sus tres hijos: Paloma, Atoín y Jose María, viéndose  obligada a trabajar como redactora en las revistas que se publicaban en esa ciudad: “Pelayos” bajo la dirección de Fray Justo Pérez de Urbel;  “La Ametralladora” y “Mujer”, revista esta última de la que, además, era directora. Mientras, su marido, José María Franco, intentaba sobrevivir en Madrid.

Consuelo Gil tenía en mente  sacar una revista que no cayera en la línea exagerada de intencionalidad política y religiosa que tenía “Pelayos”.  Juan Baygual, industrial catalán,  le  ofreció  financiar  la revista que  ella  deseaba   hacer. Así nació “Chicos”, el 23 de febrero de 1938, cuya autorización consiguió la editora de las autoridades de Burgos,  en edición  bicolor y con un tamaño similar al de “Pelayos” El que, en esa época fuese ministro de Cultura, Sáinz Rodríguez, fue decisivo para conseguir la autorización.


Chicos”, Cuto, 1949

Los autores fundamentales de “Chicos” fueron: Castanys, Mercedes  Llimona y Carmen Parra, a quienes se deben  la mayoría y las mejores historietas publicadas en los inicios de la revista. Por esta causa, uno de los datos más  característicos  del primer “Chicos” es el hecho de que, en  su origen se produjo, un claro predominio femenino y, ello contribuyó a darle a la revista un tono particular. Aunque, no hay que olvidar el contexto histórico en que nació la revista, una zona en estado de guerra, y un periodo en el  que, sobre escritores y dibujantes se acumulaban, además, las presiones implícitas en la Ley de prensa de abril de 1938, según la cual, los autores quedaban al servicio de las intenciones propagandistas oficiales. Por esta razón, “Chicos” en su primera versión, aparecían banderas, uniformes falangistas…Pero, sólo unos años después, en 1944, el libro, con idéntico título, recoge las ilustraciones primeras, en una nueva disposición espacial, pero con portada original, dibujada por el mismo artista para la presentación en forma de libro, y los dibujos fueron convenientemente  modificados para borrar esos signos ideológicos.

mar

“Flechas y Pelayos”, cuyo primer número  apareció el 11 de diciembre de 1938, era el fruto de la fusión de las revistas “Pelayos” y “Flechas”, impuesta por el Ministerio del Interior, a  su director,  Fray Justo Pérez de Urbel.

Parece ser que,  a finales de 1938, Consuelo Gil, quien figuraba como directora de “Chicos” y empleada de Juan Baygual,   fue convocada a Burgos para que se le entregara la orden de incautar la publicación, probablemente para cerrarla, dado que las funciones de adoctrinamiento juvenil las cumplía su competidora, “Flechas y Pelayos” y; por lo tanto, sobraba una de las dos. Consuelo defendió valientemente su proyecto y, convenció a las autoridades burgalesas para seguir con las dos revistas y, además consiguió que, Baygual fuera indemnizado, al incautar la revista,  por su aportación económica inicial.

Los colaboradores pudieron simultanear su trabajo en una y otra, durante su primera etapa. Pero, cuando terminó la Guerra, ambas revistas trasladaron su redacción a Madrid. Y a partir de esa fecha, se pudo aprecia el distanciamiento evidente entre ambas. Otros colaboradores, Gabi, Federico Blanco, Moro, Zata…, se fueron incorporando a la empresa de Consuelo Gil.

La disparidad de presentación entre ambas revistas se fue haciendo cada vez menor a medida de que “Chicos” incorpora el color y; sobre todo, su nivel estético creció de modo incomparable,  cuando llegaron a la revista los dibujantes, Emilio Freixas,  en 1939  -quien permaneció diez años en dicha revista-;  y un poco después se les uniría Jesús Blasco y sus hermanos, Alejandro y Pilar; en 1945 se incorporó  Mariano Zaragüeta… Y ya en 1942,  logró comprar la revista y adaptarla a su propio estilo, creando su propia editorial  Gilsa (Consuelo Gil, S. A.).

En las secciones culturales y literarias hubo firmas excepcionales: María Asunción Plantín, la misma Consuelo, con diversos seudónimos, Javier de Olavide  y, sobre todo, Marisa Villardefrancos (1915-1975) y;  su hermana Gloria, quien firmaba con el seudónimo de Legrand, su segundo apellido. Marisa, posteriormente, publicó numerosas novelas en la colección “Biblioteca Chicas”.

Consuelo Gil, en sus revistas, logró reunir un plantel de colaboradores  auténticamente excepcional e irrepetibles y, aunque ella cuidaba de forma especial la unidad de la revista, algunos personajes destacaron con luz propia, caso de Cuto y Anita Diminuta, ambos  de Jesús Blasco. El nivel más alto del trabajo de la editora y sus colaboradores se manifestó, muy pronto, en los números extraordinarios, denominados “Almanaques”.

Sin embargo, Consuelo no se inventó totalmente su producto, que fue elaborando poco a poco, con un envidiable sentido ecléctico, además de recoger varias aportaciones de  las publicaciones extranjeras más importantes del momento.

La influencia de “Chicos”, de su estilo inimitable se advierte, prácticamente sin excepción, en todos los dibujantes e ilustradores desde comienzo de los cuarenta hasta  los sesenta.

A comienzos de los cincuenta, terminó “Flechas y Pelayos”; la publicación de Consuelo aguantó unos pocos  años más, gracias a una disminución de tamaño a la mitad del formato, hasta 1952, con una etapa bajo la denominación de  “Chicos Deportivo”. Volverá a resurgir, en 1954, ahora con el sello de Editorial Cid   -que había sustituido a Gilsa-, y nuevos colaboradores, permaneciendo hasta 1956; finalizando definitivamente a finales de ese año, con la cual concluyó una etapa de la edición española, sin posibilidades de continuidad.

“Mis Chicas”, la primera revista femenina española

Mientras, el 2 de abril de  1942, apareció “Mis Chicas” la primera revista de historietas dedicada al público femenino español. En el primer número (13×11 centímetros)  empezaban las andanzas de Anita Diminuta, que “era una niña que había nacido dentro de una campanilla”,  de Jesús Blasco.

En aquellos años, las revistas autorizadas gozaban de un cupo fijo de papel prensa que, a veces, debido a las dificultades  -comenzaba la segunda  guerra mundial-, podía desaparecer, momentáneamente.  Consuelo, al reducir el formato de “Chicos”, lo que representaba un sobrante de papel, le encargó a Jesús Blasco la realización de esta revista, pequeña y alargada, que quería dedicar a las niñas españolas. Debido al éxito sorprendente de la publicación,  pudo conseguir un aumento en los cupos oficiales para mejorar la revista. A mediados de  1942, “Mis Chicas” agrandó su formato (24×18 cm.), subiendo su precio a 25 céntimos. En las portadas ya no está Anita Diminuta  -pasando  a la contraportada-, sino ilustraciones a todo color con algún motivo religioso, pedagógico o de humor.

En “Mis Chicas” colaboraron casi todos los dibujantes de “Chicos”. Aunque los grandes animadores  de la revista fueron los hermanos Blasco. Aparte de Jesús, Alejandro dibuja series inspiradas.  Pero la gran inspiradora es Pilar Blasco, quien aparte de sus colaboraciones en  “Mariló” o varias portadas, su estilo se perfecciona a partir de series como, El castillo de Oro, con guiones de J. Canellas.

“Mis Chicas” siguió publicándose ininterrumpidamente hasta el año 1950, en que es sustituida por “Chicas”, una publicación totalmente diferente. Durante esos nueve  años de vida, la influencia y difusión  de la revista  fue enorme; aunque la publicación se anunciaba “con censura eclesiástica para niñas mayores de 7 años”, la edad de las lectoras era mayor. Ya a finales de 1942, la media de las solicitudes de correspondencia era de 12, 15  e  incluso de 17 años. Quizá se debiera a que no había otras revistas femeninas con que competir. “Mis Chicas” inauguró un género, fue el punto de partida de todos los tebeos femeninos  españoles.

La revista “Chicas”,  fue denominada por Consuelo “la revista de los 17 años”,  ya que, ésta había calculado la edad que más menos tendrían entonces las lectoras que habían empezado a leer la primera en 1942.  Pero,   el   nuevo producto, ya no era de historietas  -con alguna excepción- sino relatos seriados de firmas cercanas  a la editora: Marisa y Gloria  Villardefrancos; Borita Casas   y, Gloria  Fuertes; entre otras.

Liboria  Casas Regueiro  -Borita Casas- (1911-1999), trabajaba como locutora y; también  como guionista, en Radio Nacional y en  Radio Madrid. El personaje de “Antoñita la Fantástica”, con ilustraciones de Mariano Zaragüeta,  nació, pues,  en la radio. Consuelo la llamó para que escribiese, por entregas, historias de  su personaje en “Chicas”. El éxito fue arrollador y; a partir de 1948, Gilsa publico doce títulos en forma de libro; el último de ellos “El álbum de Antoñita la Fantástica” en 1958.

La última entrega de esta colección se reeditó, con el título “Antoñita, aprendiz de mujer”, en 1984, junto a otras siete obras, en un intento de actualizar estas creaciones. Tales iniciativas resultaron un fracaso, y también, los intentos de llevar a estos personajes al cine  o a  la televisión. “Antoñita la Fantática” era un personaje de su tiempo y, éste ya había pasado.

La revista contó con las ilustraciones de los mejores artistas del momento en su género, con reseñas de cine, radio  -en los sesenta, también de televisión-, canciones, modelos y cocina.

En 1952 la editora Gilsa  presentó  la  “Biblioteca Chicas”, con dos colecciones: “La ardilla Escocesa”, para los catorce años y; la denominada “Y échate a volar”, para chicas mayores y mujeres adultas. La primera fue de corta duración, pero la segunda tuvo una larga trayectoria hasta finales de los sesenta.

De 1952 a 1960 Marisa Villardefrancos es la autora que más novelas tiene en la colección; varias de ellas habían aparecido  previamente en “Chicas” por entregas;  las de más calidad, fueron, incluso, adaptadas a la radio,  Cadena Ser, con un gran éxito.      

La hazaña de esta gran editora, además del hecho de ser mujer, en un periodo conflictivo para éstas, cuando casi sólo se les permitían ser amas de casas, permanece como un ejemplo inalcanzable   -en un puesto, al que sólo podían  acceder los hombres, en aquellos momentos, en España-,  de talento e inventiva inigualables.

Consuelo Gil falleció en  Madrid  el año  1995 a los 90 años.

Marga Gil  Roësset, dibujante y escultora

En 1920, se publicó “El niño de oro”, basado en un cuento de su hermana Consuelo, con dibujos de Marga, editado en París por Plon.  Tenía 12 años.  En 1923, también en París, ambas hermanas publicaron “Rose des Bois”, en cuyos dibujos, Marga consiguió un barroquismo de elaboración.  A partir de esa fecha, dando un giro absoluto, se dedicó a esculpir. Su madre la llevó al estudio de Victorio Macho, quien se negó a darle clase por no estropear su talento creativo. Sus esculturas no tenían ninguna influencia externa, era totalmente autodidáctica.

En 1930, a los 22 años, presentó un “Adán y Eva” a la  Exposición Nacional y fue todo un éxito.

A principios del año 1932, en un concierto, la  austriaca Olga Baur Pilecka les presentó a Juan Ramón Jiménez y a Zenobia Camprubí, traductora de Tagore. Las dos hermanas eran lectoras del  poeta hindú.  Marga, desde ese momento,  sintió gran admiración por ella y;  decidió de inmediato hacer una escultura de ambos.

Marga Gil en su estudio

A partir de ese instante, la pasión de aquella frágil Marga,  que esculpía en granito y en piedra, se volcó en un hombre que no se dio cuenta, no calibró el daño que podía hacerle con aquel continuo y medido coqueteo que practicaba siempre, con la legión de jovencitas de talento que le rodeaban, con su beneplácito y el de Zenobia. La falta de visión de Juan Ramón, un hombre hecho a sus 51 años, le impidió cortar aquel amor cuando surgía y apartarlo.

Marga quedó fascinada por la presencia y la poesía de Juan Ramón, quien entonces,  era ya  un poeta consagrado.  Éste le deslumbró, porque fue el único que le había hablado de lo eterno, del arte, de Dios, del infinito.

Se convirtió en una asidua del hogar del matrimonio Jiménez. Buscaba sin cesar excusas para visitarlos. Podía parecer una más, dentro de las admiradoras del poeta. Pero Marga  era distinta. Juan Ramón le había dicho en una ocasión: Me gustaría ir destruyendo todos los libros antiguos, anteriores a 1915”.  Por ello, Marga  robaba ediciones de libros,  anteriores a esa fecha, en bibliotecas privadas y,  se los ofrecía al poeta para que él los inmolara.

Se ofreció a realizar un busto de Zenobia y, otro de Juan Ramón. Sólo terminó el primero  -la última obra que realizó-; de la cual diría el poeta: “Mi mujer dijo que parecía que la estaba haciendo brotar, como una fuente, de la tierra”.

En junio Marga se encontraba muy mal, no se sentía capaz de esculpir la cabeza del poeta. Tenía planeado ir a París, pero aplazó el viaje.

Ocho días antes de su suicidio empezó a escribir un diario destinado a Juan Ramón. Para él se hace, también, una foto que le dedica. “Juan Ramón, siento que la muerte no te da vértigo”.

El 28 de julio de 1932 destruye todas las obras que tenía en el taller, menos el busto de Zenobia, al cual cubre con un paño negro. No quiere que la recuerden por su arte. Se arregla detenidamente y, pasa por la casa del Juan Ramón por última vez. El poeta, distraído, la recibe sin prestarle  mucha atención. Ella deja sobre la mesa su pequeño diario. Juan Ramón  lo guardó sin decirle nada a la familia.

Un taxi la deja en Las Rozas,  en el chalé de su tío Eugenio; allí escribe tres cartas: a su hermana Consuelo, a sus padres y a Zenobia:

Marga Gil

Perdonadme por ser tan egoísta…Mamá, no te desesperes pensando en la pena eterna. Matarse es una crueldad horrible para vosotros, pero aparte de eso no es siquiera malo. Y justamente porque creo en Dios lo siento así”.

  Después, con el revólver de su abuelo,  que había robado del despacho de su padre, se pegó un tiro en la sien.  No murió en el acto, Juan Ramón la velaría durante las horas de su agonía. Su padre murió a principios de 1934, a los 54 años y, su madre muy poco después; ambos reposan junto a su hija en el cementerio de Las Rozas.

En su obra “Españoles de  tres  mundos” Juan Ramón escribió sobre Marga: “Sentada tenía una actitud de energía, brazos musculosos, morenos, heridos siempre de su oficio, duros. Y al mismo tiempo ¡tan frágil¡ Llevaba el alma fuera, el cuerpo dentro…”  Y en otra ocasión, comentó el poeta: “Marga nos tomó como pretexto para su historia”.

Zenobia en sus memorias inéditas dejó escrito: “Marga, que duro fue tu paso por nuestras vidas”.

Después de su muerte,  en 1933, se publicó  un libro de “Canciones de niños y de mamás”,   música de José Mª Franco, marido de Consuelo, con textos en francés de ésta y,  tres ilustraciones de Marga. “El niño de oro” tenía muchas ilustraciones barrocas, hechas a pluma con algo de color, parecían más grabados que dibujos. Éstos eran completamente distintos. En los once años transcurridos entre las ilustraciones de “Rose des Bois” y las “Canciones de niños…”, Marga había evolucionado como otros artistas podían hacerlo a lo largo de su vida.

Toda la obra escultórica que queda de Marga consisten en  veintiséis  figuras, de varios tamaños, duras, fuertes, de granito, vanguardistas, viriles. Sus  temas: ingenuos,  orientales, pero de un dominio técnico asombroso.

En el año 2008, con motivo del centenario de su nacimiento,  se realizó una exposición en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.  La muestra constaba con cerca de cien dibujos y acuarelas, veinte esculturas y, un gran número de cuentos ilustrados por ella; además de numerosas fotografías familiares.  Fue un merecido homenaje a una mujer, quien,  de no haber fallecido tan trágicamente, hubiera alcanzado el éxito que merecía  por su asombrosa técnica  e imaginación creadora.

Mari Pepa Lara García

50. TIEMPOS DE UTOPÍAS RAZONABLES (VIII)
Dº Francisco Carrillo Montesinos
Académico Emérito +

50

jueves
18 junio
2020

días de la pandemia / 50
Dº Francisco Carrillo Montesinos, Académico Emérito

TIEMPOS DE UTOPÍAS RAZONABLES (VIII)

Quiero más esperanza en mis brazos
que tristeza en mis hombros.
CORAL CORALINA

Jueves 18 de junio. Se hace público que en la República Federativa de Brasil se constata un fallecimiento por minuto como consecuencia de la COVID-19. Detrás de la gélida estadística, la persona concreta sin nombre ni apellidos. Las madrugadas suelen se agitadoras de la memoria. Tres años de acogida en Brasil acumulan una diversidad de recuerdos durmientes. ¿Qué mejor opción despertarlos al filo de la medianoche? Brasil era una fiesta poliédrica que resistía con tambores, trompetas, cançoes y batacudas de sambódromo al poder autoritario y totalizador. Despertaron del sueño amigos para siempre, algunos ya sobrevolando los cielos, como Eduardo Portella, Jorge Amado, Gilberto Gil, Chico Buarque de Holanda, Sonia Braga, Divonzir Guso, Edivaldo Boaventura, P. Casaldáliga, Paolo Freire, Érico Veríssimo, Vinícius de Moraes, Darcy Ribeiro, Oscar Niemeyer, Juscelino Kubitsckek en la oposición, Elis Regina, María Bethânia, Antonio Cabral, Helder Cámara, Caetano Veloso, Roberto Carlos y aquella supercuadra con faz humana en la que me tocó vivir gracias a Lucio Costa…con fondo de candomblé, poesía, sincretismo, música en la calle. Eran tiempos de dictadura en donde nuestro trabajo de cooperación técnica internacional no impedía las caipirinhas a la caída de las tardes con casi todos los citados y en lugares diferentes. En tales circunstancias, en medio de un país continente, el mundo del arte siempre atendía a la llamada de la amistad en Bahía, Brasilia, Río de Janeiro, Porto Alegre, Fortaleza o Recife y Olinda, Sao Paulo y su Bienal, con paso obligado por Ouro Preto hacia Florianópolis, para reencontrar al gran arquitecto Aleijadinho. Y saltaba desabrido al cine, a los conciertos, a las lecturas poética, al arte, y todos al carnaval que convertía el ritmo en expresión de cultura popular. En Goiás, una lucecita que irradiaba la fuerte luz del poemario, la alumbraba Coral Coralina.

Hoy Brasil, querido, respetado y recordado, es uno de los principales focos mortales de la COVID-19 bajo una dirección desabrida al amparo de los Evangélicos en analogía sectaria y enloquecedora con un presidente de los Estados Unidos que rehúsa enmascararse y que posa Biblia en mano ante un templo que instrumentaliza.

Se dice que el actual coronavirus emigró de Europa al hemisferio norte. Está haciendo estragos sobre todo en los descartados de la sociedad: población afro de Nueva York, de amplias zonas de pobreza de países latinoamericanos, en las comunidades indígenas como sociedades de pequeña escala… Las estructuras sanitarias no llegan a todos los rincones. Una UCI es un tesoro escondido. Los cócteles de fármacos, también. Queda un reducido personal sanitario desprovisto y una acción día y noche de las organizaciones de beneficencia, las onegés, con movilización general de pocos sanitarios, de voluntarios aprendices, de misioneros y misioneras y, para algunos, el recurso más a mano es la medicina tradicional con plantas de los diversos bosques, en particular en Amazonia, que no logra destruir al virus y que facilita el tránsito de muerte envuelto por las creencias ancestrales. 

La distancia social resulta prácticamente irrealizable en sociedades muy densas y habituadas a la proximidad y al encuentro en la pobreza. En tales contextos, ¿cómo lavarse las manos si no hay ni agua corriente ni jabón? ¿Cómo desinfectar las favelas sin son cubículos yuxtapuestos en donde vive una familia extensa en hacinamiento y promiscuidad? ¿De qué sirve confinarse en dichas condiciones materiales de vida? También allí como aquí se reparten bolsas de comidas para ir sobreviviendo. También allí como aquí (que ahora felizmente amortiguamos con una renta mínima vital que en poco va a relanzar el consumo) el desempleo tiene mayor incidencia por el peso considerable de la economía sumergida y de la ausencia de poder adquisitivo. El confinamiento es ilusorio para miles y miles de personas que han de salir cada día a las calles para ganarse el sustento cotidiano en un mercado informal en donde no hay ni vendedores ni compradores.

En estos contextos, ¿cómo hacer las estadísticas de las causas de muerte y vida, de infectados y de sanos? Esta interrogante se aplica igualmente a la mayoría de los países del mundo. ¿Cómo aplicar el método comparativo en tales circunstancias? Recuerdo, con referencia a Brasil (pero podría extenderme a muchos otros países) que, al elaborar el Anuario Internacional de Estadísticas de Educación de la UNESCO, había una pregunta clave para calcular la tasa de escolarización en primaria. El porcentaje global daba un resultado, si la memoria no me falla, de un 60% de niños y niñas escolarizados. Pero había una “trampa”, la de la presencia escolar que no se preguntaba. Mientras que en el norte del país las escuelas tenían dos turnos y los niños permanecían tres horas en cada turno, en el sur la permanencia era de seis horas. Las desigualdades regionales en la República federativa eran y son evidentes y el porcentaje total de escolarización primaria falseaba el método comparativo. Esto creo está ocurriendo con las estadísticas mundiales de la COVID-19. En primer lugar, por la identificación para la colecta de los datos; en segundo lugar, por los diagnósticos. Ambos elementos son las caras de una misma moneda. ¿Quién sabía diagnosticar el coronavirus de la COVID-19, y un fallecimiento por este motivo, en diciembre de 2019 o en enero de 2020, en personas con cuadros clínico muy complejos, incluida neumonía doble? Nadie (salvo, quizás, en China). El dictamen final se reducía a paro cardíaco, colapso periférico multiorgánico, paro respiratorio. Ahora, las cosas han cambiado por la experiencia clínica acumulada y por la ayuda de pruebas de laboratorio u otras, a falta de autopsias que, en determinado momento, habrían colapsado a los pocos forenses. Pero no es lo mismo colocarnos, ahora, en Canadá, Corea del Sur, China, Rusia, España o Estados Unidos, que en la precariedad sanitaria de la mayor parte de países de América latina, África, Oriente Medio o India con más de mil millones de habitantes, con profundas desigualdades socio-sanitarias y con amplias zonas de pobreza. Es cierto que todos estos datos pueden entrar en modelos de simulación que nos darán solamente estimaciones y no certezas, lo que ya es algo. 

La globalización tiene sus amplias periferias casi descartadas del progreso. La actual pandemia lo ha puesto de relieve. 

Una pregunta está en la mente de todos (además de la esperada vacuna): ¿Cómo garantizar la seguridad sanitaria y la prevención de nuevas epidemias a nivel internacional? Cuando haya vacuna eficaz, volverán a moverse más de mil doscientos millones de personas; millones de contenedores siguen llegando a los puertos con una enorme diversidad de productos; los cruceros masivos volverán a surcar los mares; el intercambio de personas y el programa Erasmus se reactivarán. Todo ello responde a que somos habitantes de una “casa común” y que las personas humanas necesitan empatía y alteridad para realizarse como personas en un teórico contexto del

bien común que va mucho más allá del interés general. La interconexión global sin duda ha expandido la pandemia, lo que nos lleva a algunas reflexiones para que la comunidad internacional no se reduzca a un latiguillo internacionalista. Habría que empezar por extinguir las condiciones de pobreza y de miseria que existen en el mundo, con una agenda universal con objetivos más a corto plazo. Esto significa miles de billones de inversiones que muchas de ellas serían productivas y tendrían retorno, con un acompañamiento de una educación para todos y una sanidad para todos. Hay que ir a la raíz de los problemas y que toda persona disponga de agua corriente y de jabón para lavarse las manos y para habitar una vivienda decente. Un salario mínimo vital mundial a los descartados para erradicar el hambre y facilitar la higiene. Se trata de presupuestos básicos. A ello añadiría una generalización de la ciencia y un respeto a la diversidad cultural, promoviendo la descongestión de las urbes y de las megalópolis. Se impone una educación particular y sostenida para evitar la destrucción de los ecosistemas y el respeto de la naturaleza, cuyas infracciones contribuyen incluso a catástrofes naturales o a pandemias inducidas. Se debería llegar a un acuerdo internacional para la prohibición del tráfico legal o ilegal de animales “exóticos” o de plantas que pueden ser portadoras de patógenos que no lo son en su ambiente natural. 

Creo es necesario que cada país (y no sólo en Occidente, que también) debería dotarse de una autosuficiencia estratégica en alimentos, sanidad y educación en sus propios contextos culturales. 

Para ello, es necesario una autoridad mundial compartida y ejecutiva. No veo otra institución que la ONU reestructurada y dotada de poderes ejecutivos y, mutatis mutandi, la Unión Europea para los países de Europa.

Puede que la humanidad esté, en estos tiempos de pandemia, desconcertada por la ausencia del Gran Desconocido que, deduzco saltando en el vacío, respeta escrupulosamente la libertad para hacer el bien o para hacer el mal con la que parece nos dotó. (Aquí ya entramos en la metafísica que puede ir en paralelo con la física y, quizás un día, converger en un mundo entrópico). La libertad es el mayor bien que poseemos. A nosotros todos nos toca cultivar la capacidad de discernimiento y reorganizar las condiciones materiales de existencia con soporte cultural y apoyos simbólicos. La COVID-19 es el primer gran reto a la humanidad en su conjunto. Al ser global, la respuesta también ha de ser global desde las especificidades culturales. Una prueba inmediata (esperemos) será el proceso de la vacunación universal. Pero hay otra vacunación coadyuvante: la vacunación mental para que sople el espíritu de la solidaridad y de la compasión.

(20 junio 2020)
Francisco Carrillo Montesinos