Técnica: Plumilla y rotulador acuarelable Dimensiones: Número 00: 21,3 x 10 cm. Números 01, 02, 07 y 08: 21,3 x 14 cm. Números 03, 04, 05 y 06: 21 x 15 cm. Año: 2020
Los prisioneros sienten ganas de reir
Han perdido las llaves de la curiosidad
Intercambian el deseo de vivir
Cadenas ligeras
Viejos reproches les hacen todavía gozar
La pereza no es ya ningún misterio
La independencia se halla en prisión
Paul Eluard
(Poema XIX de "Segunda naturaleza", en "El amor y la poesía")
sé bien de qué huyo pero ignoro lo que busco
Michel de Montaigne
Es monótona esta tarde primaveral
que no encuentra sentimiento ni impulso.
Y deja inanimado el corazón
que nada siente más que el vacío.
Como una pesada sensación
asfixia todo deseo y sepulta los sueños,
esos vagos presentimientos ignorados.
Ahora es aridez del alma que siente desfallecer
todo lo que un día fuera pasión o locura
que arruinó la realidad y ahora
se presenta como única salida.
Ni siquiera hay queja ni quebranto.
Un muro se levanta frente al mañana.
Un muro que no es tampoco silencio
ni tristeza, ni desesperación.
La nada que espera agazapada,
te alcanza, se apodera de ti
y nunca ya abandonará tu cuerpo
ni tu mente. Ese vacío hueco que ya eres.
PRIMAVERA MORTAL
Y está pálido abril, como la rosa
que el aire de la tarde arranca de su tallo
y yace deshojada y manchada sobre
el sucio camino de los parques.
Ha perdido el esplendor de su fragancia,
como ha perdido abril la alegría
de su florido renacer y de la vida
que cada año renueva la esperanza.
Y está pálido tu corazón, que apenas
si respira, si existe, si palpita,
ajeno ya a la vida que afuera continua,
como es ajeno el templo de los dioses
que derrumbó la historia y su tormenta,
como un pálido eco de la muerte.
Está pálido tu corazón y sangra
con la herida que nunca se cerró
y aviva cada vez que llega
la primavera mortal y sus desastres.
Málaga, abril de 2020
José Infante
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Familiares, amigos y compañeros parten de uno de sus poemas más populares, ‘Telegrama a Bécquer’, para evocar la vida y la obra de Manuel Alcántara en el primer aniversario de su muerte – DIARIO SUR
Hoy es el día de San Telmo. Murió el 15 de abril de 1246 siendo obispo de Tuy, ciudad gallega de la que es patrón. También es patrón de nuestra Real Academia de Bellas Artes de San Telmo de Málaga, aunque por otros motivos.
Pedro González Telmo nació en Frómista (Palencia), en 1190, en el seno de una noble familia. Fue canónigo de la catedral de Palencia e ingresó después en la orden de predicadores, como fraile, distinguiéndose por su espléndida oratoria. Fue confesor de Fernando III a quien acompañó en algunas de sus campañas. Se le honra como patrón de los marineros, aunque nunca fue reconocido como tal, si bien es cierto que su diócesis abarcaba una amplia población dedicada a la marinería y a la pesca, en la que siempre se volcó.
Sus atributos son un barco que suele llevar en la mano o a los piés y/o una brillante estrella que se identifica con el fuego de San Telmo. Son estos fuegos descargas eléctricas de gran resplandor y aspecto ígneo que se producen dentro del campo eléctrico que provocan las tormentas, muy sensibles en el mar al concentrarse sobre las puntas de los mástiles. (Curiosamente he leído en Internet que a estos fenómenos de circulación de corrientes eléctricas se les llama “efecto corona”, siendo el fuego de San Telmo la primera forma de efecto corona registrada).
Algunos colegios de mareantes se dedicaron a San Telmo, como el de Sevilla, creado en el s. XVI, aunque el magnífico edificio barroco que fue su sede durante muchos años se construyó entre 1682 y 1796 iniciándolo Leonardo de Figueroa. Hoy alberga la Presidencia del Gobierno de la Junta de Andalucía.
En la segunda mitad del s. XVIII Málaga vio despegar su economía, basada en la agricultura y el comercio, despegue que se aceleró con las medidas liberalizadoras potenciadoras del comercio, que dio Carlos III. En 1776 se estableció un Montepío de Socorro a los Cosecherosy la Real Pragmática de 1778, que concedía el libre comercio con toda América, sería un elemento decisivo para el desarrollo económico. En relación con el auge del comercio surgió una decisiva institución: el Consulado, que fue una realidad por Real Cédula de 1785, instalándose estas dos instituciones en las dependencias de los jesuitas exclaustrados, entre la plaza de la Constitución y la calle de la Compañía.
El Consulado propició la creación de una Escuela de Náutica para mareantes y pilotines de la armada, el Real Colegio de S. Telmo, para el que también se cedieron instalaciones de esta misma casa, donde estuvo hasta 1846. Se creó entonces el Instituto de Enseñanza Media de Málaga, que se pensó instalar junto al Colegio, ya que muchas de sus enseñanzas serían asumidas por el instituto, pero por razones de espacio y dificultades burocráticas se les concedió el convento de San Felipe en C/ Gaona, donde aún persiste el Instituto Vicente Espinel. Por Real Orden de 1849 se creó la Real Academia de Bellas Artes de Málaga que, al año siguiente, solicitó su instalación en las antiguas dependencias del Colegio de San Telmo, lo que se le concedió en 1851, instalándose allí también la Escuela de Arte que había creado ese mismo año. A partir de 1883 decidieron que fuese San Telmo su santo patrón, pasando a llamarse Real Academia de Bellas Artes de San Telmo Málaga.
D. Luis Bono, quien fue Vicepresidente de la Academia, pintó para ésta un cuadro dedicado a San Telmo que se encuentra en el despacho principal de nuestra sede. Es una logradísima obra de Bono que nos muestra al santo, con el hábito de Santo Domingo, con una gran plasticidad y fuerza, que casi desborda el marco de la hornacina, llevando en la mano la rutilante estrella.
I.- El alma enamorada no se refleja en el espejo, sino en la presencia del amado.
II.- El silencio es el espacio donde el alma enamorada conversa con el amado; el aire iluminado es su voz, la mirada encendida su lenguaje.
III.- Busca el alma su gozo en la alegría de las cosas, sin saber que -como el pájaro- tan sólo en el aire hallará la libertad.
IV.- La sequedad del alma no se obtiene sino sumergiéndose en las interiores aguas de la renuncia y el olvido de sí.
V.- El alba es la ceniza de la noche encendida.
VI.- La quietud extrema, la secura del alma, sólo se producen en las sombras profundas o al mediodía exacto, con el sol en el cenit. Es como si el espíritu rechazara los estados intermedios y buscase la última soledad: a plena luz o en lo más oscuro.
VII.- Se atormenta el alma por cosas que no puede llegar a dominar; dejando de recrearse, en cambio, en lo que debe constituir su natural medio: el fulgor del aire, la quietud de una mirada perdida en la línea del horizonte o la incesante búsqueda de una nada habitada tan solo por el silencio.
VIII.- Se defiende el alma del miedo mostrando sus aristas. Sólo alcanzará la perfección cuando se esfera y ofrezca la plena redondez a cualquier circunstancia.
Estos últimos años he estado
despidiéndome de todos y de mí:
diciendo adiós a cada cosa,
cada perfil, cada palabra
y, por vez primera en mi vida,
he sentido eso que se llama piedad
y que es –o puede ser– un sentimiento dulce
que nos hace mirar hacia nosotros mismos,
pero no con el vértigo de su relieve ácido
sino con un amor a todo lo que somos
y a cuanto con nosotros se dispone a morir:
una tarde en penumbra, una mañana absorta,
el vuelo de las aves, una ciudad con torres y espadañas,
el recuerdo del mar, una conversación con los amigos,
la lección de un maestro, el rapto del amor,
lo que aprendimos, lo que no sabemos,
lo que con nosotros vivirá, lo que quisimos,
y lo que no nos quiso,lo que nos dejó a un lado,
lo que ni nos miró, lo que nos dice adiós
de todas las maneras, y los puntos del tiempo
a los que no se puede regresar.
Me despido de todos y de todo,
no de vosotros sólo: me despido, sobre todo, de mí,
con quien sé que nunca más voy a encontrarme–
que otro cruza la calle que yo piso,
que otro lleva la ropa que yo llevo,
que esta boca que dice lo que dice
no ha sido ni es ni será nunca lo que yo;
que quien escribe este poema es otro
distinto también a quien lo lee
y que la identidad es un magma
de muchas y muy pequeñas cosas
que cada día hay que recuperar
porque, si no, se extingue, se diluye, se borra
como ahora mismo yo, y también tú, me voy,
nos vamos, borrando y diluyendo,
en una página no escrita o en algo aún por escribir,
hacia dentro de algo
que queremos creer que es uno mismo,
pero que no lo es: es siempre otro el que nos acompaña;
es siempre otro lo que llamamos yo.
Por eso la vida es un exilio
pero no de un punto sino de todo el tiempo
y de todas las personas que hemos sido,
que somos y seremos dentro de él
y de las que nos vamos imperceptiblemente despidiendo
en ese adiós a cada uno de nosotros
que aparece en la vida en momentos de niebla
y que, por eso mismo, focaliza el instante
y lo convierte en símbolo
de la presencia en sombra que ha sido lo que llamamos yo ,
lo único nuestro que no nos pertenece,
lo único que nunca volveremos a ser,
lo que ya fuimos, lo que no seremos,
un escorzo de sombras
batidas por el fuego de la imaginación.
Revivir el instante, revivir el instante
de que todo sea sólo su fin.